Breve reflexión, del capítulo “Del manifiesto al concepto”, del autor Carlos Granés, en la obra: “El puño invisible”.

Por Laura Rosales.

En el capítulo: “De la obra al concepto” del libro de Carlos Granés- el puño invisible- el antropólogo Colombiano hace un rastreo sobre la transformación de la cultura post-moderna, caracterizada por la herencia tajante de dos guerras mundiales, las reacciones futuristas del Dadaísmo, la influencia de los hippies politizados, el consumo irreversible a través de la juventud y los medios de comunicación y en consecuencia, la transformación política, social, simbólica y representativa de uno de los aspectos más importantes de la vida humana: El arte, y cómo fue éste reemplazado por la teoría.

Así, en este capítulo el autor denuncia que “los límites de lo que era o no era arte parecían haberse difuminado por completo… Pues en otras palabras, cualquier cosa era arte si alguien con influencia y poder sacaba de su manga algún concepto alguna teoría que lo transformara en elemento artístico”.

¿Pero si el arte es esencialmente contenido, como se diferencia de las ciencias o la filosofía?

Según la definición de Kant, el arte es bello, pues éste tiene la intención de producir sensación a través de un objeto (la obra de arte), que engloba reflexión y razón en sí mismo, que a su vez parece ser producto de la naturaleza y es universalmente comunicable, por lo que no se parece a la ciencia, pues la ciencia no puede ser bella. Si lo fuera, debería de llevarse a la demostración, pues éste es su medio. Pero además en la ciencia no funciona el gusto, cómo en el arte que es bello y también práctico. Éste no necesita de conceptos o explicaciones para justificar su “existencia”, su “función” o “quehacer”, pues e las razones y su fin ya están inmersas en su propia naturaleza a la que debe su forma.

¿Si hay deshumanización, hay arte deshumanizado?

Es importante citar que: “Tanto el arte como la sociedad, en su sentido concreto, tienen origen en la relación del hombre con su medio natural”1 (Pág. 10 cap. I, primera parte: “Función de las artes en la sociedad contemporánea”), por lo que existe una relación única y permanente entre arte y sociedad. Pocos son los filósofos, Platón fue uno de ellos, que se ha percatado de esa relación inseparable entre “arte”, “sociedad” y “medio natural”. Así, el arte se nutre de “la realidad” colectiva, del ambiente para la re-creación, y el arte por su parte nutre a la sociedad de esa fuente de energía unificadora. Por eso, y aunque se hable mucho de la deshumanización del arte contemporáneo, por su falta de sensibilidad y por

el silencio que genera, hay que preguntarse: ¿a qué se debe?, pues si el arte y la sociedad son conceptos inseparables, si hay arte deshumanizado, es porque hay una sociedad deshumanizada.

“El arte” y “el no arte”

“Por lo tanto, comienzo afirmando, junto con Burckhardt, que “las artes son una facultad, un poder y una creación del hombre…. “Son contadísimos los que tienen la facultad de dar forma tangible a lo interior, de representarlo de manera tal que lo veamos como la imagen exterior de cosas exteriores. Son muchos, en cambio, los que tienen la facultad de recrear lo exterior en forma exterior”1. (Pág. 13, cap. I, primera parte: “Función de las artes en la sociedad contemporánea”).

Aunque Granés denuncia que con las representaciones del arte contemporáneo, pareciera que los límites entre lo que es arte y no lo es hayan desaparecido, el arte contemporáneo ha estado reafirmando en cierto modo, esa necesidad en primer lugar, de reconocer que éste proviene y es producto de la sociedad contemporánea, que por lo tanto, merece y necesita una definición diferente al concepto de “arte” que permita “titular” su naturaleza. Considero en segundo lugar que aunque el rastreo de autores como Granés, permitan reconocer en qué ha rebozado la transformación del arte en la sociedad contemporánea, hay que criticar y buscar puntos de reconciliación de la sociedad con la naturaleza. Creo que esa es una forma de volver a hacer “arte”.

Además, no se trata sólo de criticar la funcionalidad y los efectos del arte contemporáneo. De cierta manera es útil e interesante aceptar un nuevo tipo de manifestación humana: Una en la que el hombre acerca tanto “la re-presentación y re-producción de condiciones humanas, con conceptos teóricos, como ocurre en la ciencia”. Quizás aquí, en el “arte contemporáneo”, se hace evidente hasta qué punto en la actualidad “el arte” y la ciencia han querido estar juntas, encontrar puntos en común y expresarse conjuntamente y eso es una innovación, pues nunca dos condiciones de las que siempre ha dicho que son de tan diferente naturaleza, incompatibles, han demostrado poder convivir simultáneamente.

Y por último, aunque “el arte contemporáneo” pareciera denunciar quizás la crisis más grande por la que el arte ha atravesado en cuánto a la desaparición de la forma y la prevalencia única del concepto, esa necesidad del hombre de conocer “el arte” parece no acabar. ¿Por qué aun después de tantas manifestaciones- “de tan diferente naturaleza” a las del arte conocido hasta ahora -no han logrado hacer

que el ser humano renuncie a la idea del arte, de acercarse a éste? ¿Si sigue existiendo esa necesidad, no querrá decir tal vez, que el arte no ha muerto, si no que a través de este periodo que parece una “muerte” a la -forma- vital y energizante del arte, espera un resurgimiento nuevo y verdadero?

“Hay que dar a lo cotidiano una nueva dimensión: “Lo “natural” ha de adquirir los rasgos de lo extraordinario”.1(Pág. 19, Cap. II, primera parte: “Sociedad racional y arte irracional).

Por último, ¿Si el “arte contemporáneo no es de “naturaleza artística”, cómo se le va a denominar?

Necesidades

“Existe un fenómeno general que, pesa a haber sido observado por filósofos sociales como Ruskin y Thoreau, no alarma a los sociólogos “científicos”: es lo que podríamos llamar la atrofia de la sensibilidad. Si, desde el nacimiento hasta la madurez, no se fomenta y educa la capacidad de ver y manipular, de tocar y oír, así como todos los refinamientos de los sentidos que el hombre fue acumulando en la conquista de la naturaleza y de las sustancias materiales, el ser resultante casi no merece llamarse humano: es un autómata de mirada obtusa, aburrido e indiferente, que sólo desea la violencia, en cualquiera de sus formas: acción violenta, sonidos violentos, toda distracción capaz de excitar sus nervios muertos. Busca entretenimientos en los estadios de deportes, los salones de baile, la “contemplación” pasiva de crímenes, farsas y actos sádicos que desfilan por las pantallas de televisión, en el juego y los estupefacientes”.1(Pág. 13, cap. I, primera parte: “Función de las artes en la sociedad contemporánea”).

Ya he manifestado anteriormente que no se trata sólo de criticar al “arte contemporáneo”. Hay que reflexionar los nuevos caminos y las necesidades. Si la sociedad quiere arte verdadero, necesita una sociedad verdadera, una transformación que consista en el fomento de la “humanización”, de la sensibilidad, del contacto con lo natural, del contacto con lo íntimo y trascendente del ser, de la mediación de los medios masivos, del control de la tecnología y el mercado. Pero todo parece realmente complejo, y se vislumbra utópico, por la manera en la que funciona el sistema y por todas las fuerzas, que se mueven para y entre ella, incluyendo las de aspecto individual, como la pereza espiritual y la costumbre.

Pero el arte pareciera poder integrar todas las facultades humanas, lo hizo en el pasado. ¿Podría ocurrir en el futuro?, ¿y cómo va a actuar el artista que quiera volver a ser “artífice” de un arte nuevo, trascendente, con identidad, sentido, técnica, estilo, forma y concepto en el futuro, en relación con lo que la sociedad le

proporciona?, y ¿Cuáles son entonces sus caminos, sus herramientas, necesidades, retos y responsabilidades?

Finalmente, quiero cerrar citando lo siguiente: “Es de notar que Matthew Arnold acuñó la palabra filisteísmo como término despectivo para designar la impermeabilidad a las ideas y no específicamente la falta de sensibilidad estética, aunque daba por sentado que sólo una sociedad que se nutre y vivífica en las ideas es capaz de elevarse al nivel necesario para apreciar las artes. Personalmente, me inclino a invertir los términos: sólo una sociedad sensibilizada por las artes puede tornarse accesible a las ideas”.2 (Pág. 10, cap. I, primera parte: “Función de las artes en la sociedad contemporánea”).

Notas:

1 Read, Herbert. “Arte y alienación”. Título original en inglés: Art and Alienation. Traducción directa: AID Y Dora Cymbler. Digitalización: KLC. La cita ha sido tomada por el autor de: Burckhardt, Jacob. “Reflections on History”. Trad. De Hottinger, M. D. Londres. 1943. Pág. 179.

2 Read, Herbert. “Arte y alienación”. Título original en inglés: Art and Alienation. Traducción directa: AID Y Dora Cymbler. Digitalización: KLC. La cita ha sido tomada por el autor de : Matthew Arnold. “Lectures and essayss in Criticism”, Ed. R. H. Super. University of Michigan Press, 1962, pp. 120.

 

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